Valle Grande, con la aventura en la piel - LA NACION

2022-09-02 21:28:34 By : Ms. Vivi Wei

VALLE GRANDE, Mendoza.- Hoy en el club de los pescadores hay fiesta. Mimí hizo empanadas y más de un comedor de la zona queda semidesierto.

Desde los ventanales del bar se observa la quietud del lago con la luna reflejada en el agua. Mientras tanto, los comensales ansiosos discuten el destino de la bandeja humeante cuando la robusta mujer sale de la cocina advirtiendo que si el orden no se restablece se lleva la comida.

El sonido del viento se hace notar de a ratos y algunas miradas atentas controlan las carpas temblorosas que hacen fuerza para continuar estacadas en el suelo.

Situado a 35 kilómetros de San Rafael, el lago Valle Grande representa de manera majestuosa la finalización del complejo hidroeléctrico El Nihuil.

El río Atuel, que nace en un glaciar en plena cordillera de los Andes, se abre paso por el colorido y sinuoso cañón para desembocar en un inmenso llano rodeado de montañas.

Así, entre las serranías se formó un espejo de agua de más de 500 hectáreas, contenido en uno de sus extremos por un imponente paredón de 115 metros, encargado de regular el regadío y generar energía. El soberbio paisaje del lago se dibuja con incontables colores de formaciones rocosas que parecen moldeadas a mano, bajo el incesante vuelo en espiral de algunos cóndores hambrientos.

Famosos por las figuras que representan son el submarino, constituido por tres pequeños islotes que se descubren, o no, según la altura del agua, y el cocodrilo, eternamente inmóvil en la cima de una montaña ocre.

En el centro del lago, una isla de arena totalmente deshabitada emerge irreverente interrumpiendo la azulada superficie de agua. Allí mismo, y formados por la incesante erosión de la roca, se levantan algunos cerros color café que rodean una misteriosa cabaña construida con maderas.

Los más aventurados suelen usarla como refugio para pasar la noche envueltos en una bolsa de dormir. Por la tarde, un catamarán turístico parte hacia el islote y regresa a tierra firme con el sol del atardecer.

Para incursionar entre los riscos y colarse entre las piedras no hay nada mejor que las canoas, que bajo el cálido sol de la mañana parten serenas en distintas direcciones y con diferentes destinos.

A escasos veinte minutos de remo se puede visitar Cochicó, que deja ver en sus paredes amarronadas el cristal de roca reluciente rodeado de pequeñas cascadas y saltos que salpican tímidamente las embarcaciones. Una caminata sorteando los escollos de las piedras y las jarillas con su aroma tan peculiar se propone irresistible entre pedazos de ágata y el susurro del agua golpeando contra los peñascos. En dirección al cañón, siempre a puro remo, se pueden explorar playas aledañas y algunas cuevas formadas como producto del desgaste del agua.

Allí, los contornos de las rocas dejan el camino libre a la imaginación para encontrar figuras que serían irreproducibles si se quisieran hacer a mano. Rostros humanos, cuerpos y figuras animales se exhiben por doquier con innumerables formas y tamaños.

Merodeando el inmenso lago, las velas de las tablas de windsurf se distribuyen errantes impulsadas por los caprichos del viento. Mientras, las canoas y los botes de remo se van deslizando silenciosos en cada mañana de sol pleno.

El turismo aventura, muy bien explotado en esta zona, hace furor con los deportes acuáticos.

La bajada de rafting o el kayak por el río Atuel permiten explorar de cerca la naturaleza virgen del torrentoso caudal de montaña.

En el Portal del Atuel -kilómetro 35 de la ruta 173- se organizan cabalgatas, excursiones y trekkings hasta los destinos más alejados. Allí mismo se pueden alquilar cuatriciclos y mountainbikes. Por supuesto, los deportesclásicos, como el buceo, la natación o la pesca, se realizandurante gran parte del año y sólo se interrumpen a causa del clima.

Rodeado de pinos y troncos de aguareguay, el Club de Pescadores se presenta como una larga hilera de carpas mirando hacia el lago. Un quincho de madera, algunas parrillas y una confitería con la mejor panorámica del lago se levantan entre las montañas con el aroma de las jarillas suspendido en el aire.

A cuatro kilómetros del embalse, bordeando el río Atuel, está el lujoso hotel Valle Grande, con pileta, sauna y un exquisito restaurante.

Muy cerca de allí se encuentra el Parque Cultural Indígena Hunuc Huar (gran espíritu creador), donde se realizan réplicas de vasijas huarpes con arcilla extraída de las entrañas del cañón del Atuel. A la hora de comer, el chivo a las brasas y la ternera con cuero representan las especialidades regionales. Mientras se espera que la carne esté a punto, nada mejor que una tajada de exquisito queso de cabra y un vaso de vino entre amigos.

Jorge A. Benedetti Fotos: Hector Cuiñas

El turismo crece al amparo de San Rafael

Situada a 240 kilómetros de la ciudad de Mendoza, el departamento de San Rafael ocupa el segundo lugar en extensión y en población de la provincia, representando el centro más importante del sur mendocino. Sus anchas calles arboladas, siempre regadas por acequias, muestran una edificación moderna y rigurosamente prolija.

Frente a la plaza San Martín puede visitarse la antigua catedral de San Rafael Arcángel, construida en 1952. A menos de 2 kilómetros, por la ruta 143, se encuentra el parque Hipólito Yrigoyen, donde se lleva a cabo el cierre de la Fiesta Departamental de la Vendimia.

Los primeros habitantes de San Rafael construyeron, en lo que hoy se conoce como la Villa 25 de Mayo, un fuerte para contrarrestar los ataques de los indios y así la ciudad comenzó a levantarse sobre la base de riquezas naturales y sacrificio humano.

En la actualidad, San Rafael es el más importante productor de frutas y el segundo en industria vitivinícola. Importantes viñedos y bodegas de larga tradición pueden visitarse cerca de la ciudad.

En los últimos veinte años se han realizado importantes obras de aprovechamiento de las aguas de los ríos Atuel y Diamante con la construcción de complejos hidroeléctricos y de riego.

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