El piso-sauna

2022-06-18 16:12:36 By : Mr. Ashley Zhou

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Cuando Borrell pidió bajar la calefacción, no se acordó de decirnos que en Sevilla nos iba a tocar cortar el aire

Cuando a Johanna Eveliina, recién llegada de Helsinki para estudiar en la Cristina Heeren, le estaba mostrando las habitaciones de mi piso, que íbamos a compartir durante varios meses, me preguntó si tenía sauna. (En Finlandia, por lo visto, la sauna es tan usual como el retrete). Le respondí que sí, que por supuesto: en un par de meses la casa entera sería una sauna. No lo pilló hasta que, entrado julio, sufrimos la primera ola de calor. En ellas habitamos los vecinos de muchos y variados barrios de Sevilla, en construcciones-sauna con aislamientos de fieltro, cierres de pacotilla, azoteas de suelos bermejo-fuego y climatización artificial. En La Paz, ciudad a 3.700 metros de altura media, los más pobres habitan en el irrespirable El Alto y los pudientes en el centro, mil metros más abajo. Es, junto a Sevilla -pensé al llegar a la capital boliviana-, lugares únicos del mundo donde los de abajo habitan arriba. Así también, en nuestra ciudad no es lo mismo vivir en un primero que en una azotea retechada. La flama cuesta.

En otras ocasiones he comentado que lo que hoy se conoce como bioclimatización, y que es la mar de necesaria, antaño se daba casi de suyo: las construcciones y el urbanismo anterior al desarrollismo, a pesar de sus muchas deficiencias, eran más sostenibles. No hacía falta ser un marqués para habitar en una vivienda fresca con un patio claro donde madura el limonero, ni difícil encontrar calles con soportales donde ponerse al socaire. Igualmente, los edificios que albergaban hospitales y escuelas, algunos de ellos actualmente en uso, no eran dependientes de los acondicionadores eléctricos. Actualmente, en cambio, no hace falta ser un despojado para pasar las noches en vela en nuestros pisos-sauna. Cuando, allá al inicio de la Guerra en Ucrania, Borrell pidió bajar la calefacción en los hogares, no se acordó de advertirnos a los sevillanos de que nos iba a tocar cortar el aire: con la que está cayendo, el equilibrio entre el ahorro energético y el bienestar térmico es complicado.

Hay quien dice que no es para tanto, que calor aquí ha hecho toda la vida y otros etcéteras. Mientras la candidata que nos ha mandado desde Madrid la ultraderecha, Macarena Olona, exhibía en el debate de Canal Sur su negacionismo climático, en la calle caían chocos fritos. Ahora resulta que va a ser mentira lo que estamos viviendo en carnes: los veranos, a partir de ya, van a ser más largos y calientes, con más noches tórridas como las pasadas. A 50 de mayo, llevamos dos olas de calor en el cuerpo. Que el estío se extienda no les importará a algunos, pero esto es Sevilla: toca mentalizarnos y repensar cómo hacer para buscar fresco sin que se nos vaya en ello lo que nos queda de sueldo, de ciudad y de planeta. Vamos muy tarde.

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